Kinti encontró bajo una acacia, junto al esqueleto de un dromedario, un zurrón de cuero en el que había una honda para lanzar piedras, un Corán muy usado y un libro con palabras que no entendía.
La poesía nace de la tierra, de la necesidad de nombrar las cosas, de hacer magia con las palabras.
Lectura de "Silbo del dromedario que nunca muere" por su autor, Gonzalo Moure"... Las palabras se fusionan con los elementos de la naturaleza y trazan un puente entre culturas a través de las potentes e imaginativas ilustraciones, de corte onírico, entre las que distinguimos al protagonista, constituyendo un sincero homenaje a Miguel Hernández (...). El despliegue gráfico, nacido entre la bruma y el jaloque, impacta en el lector y despierta todos sus sentimientos"
(Canal Lector).
"... Un llibre preciós que suma l'extraordinària sensibilitat de Gonzalo Moure amb el traç exquisit de Juan Hernaz, sublimant una obra d'art, una oda a la poesía, que enamora al lector"
(Silvia Cantos).
"Para la reflexión, sí; pero, también, para el disfrute de los ojos, del corazón, la inteligencia y la sensibilidad de los lectores, esta historia para todas las edades"
(J.L.P. en Peonza)."... este álbum ilustrado solo puede alcanzar su auténtico sentido, la maravilla de su verdadera condición artística, en la acertada armonización de las magníficas ilustraciones de Juan Hernaz, el poético texto de Gonzalo Moure y la cuidada edición de Lóguez" (
Marcelo Matas, El Comercio).
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